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Afortunados los que habitan
en la boca del trueno,
pues otros no tenemos
más cobijo
que el silencio
de nuestras gargantas.
Nunca temí
la gélida mano,
que a todos nos espera
para posarse en nuestro hombro
cual decrépito pájaro.
Tampoco temí
al ardiente ojo,
que a todos nos acecha
para posarse en nuestra alma,
y helarla con su sabiduría.
Solo me aterra
el silencio que no calla,
pues en él habita una verdad infame;
es el aliento de un agujero infecto
que me arrastra entre sus negras fauces.
Es el susurro de un cadáver llamado vida.
Aroint
http://losdiosesciegos.wordpress.com/
España
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Citamos a Guiseppe Ungaretti:
He perdido el sueño
Oscilo
al borde de una calle
como una luciérnaga
¿Morirá en mí
esta noche?
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