Viejas líneas paralelas,
taciturnos fierros
oxidados
en el bostezo de sus
huesos tendidos
replica el latido
lastimoso
y
lento de metal olvidado.
Sonido de cascara
resquebrajada,
de antigüedad,
de olor ácido ajeno
de floresta repetida
entre los durmientes.
Noche nefanda
caída en los huesos
esparcidos,
nostalgia incrustada en
la médula metálica.
Tañido de metal herido,
sonido petrificado,
comprimido,
ahogado en su alarido
yacen sus huesos
poderosos
y
eternos.
Belleza poderosa
en el movimiento
doblando
sobre la tierra rodaba
como raíces fecundas
levantando y pariendo
pueblos
llenos de gente.
Brazos
nadando entre los
bosques,
arrastrando el viento
teñido
de humo negro,
trepando la distancia,
alcanzando la espera,
acercando los poblados,
besando el amor
impaciente,
estirando el recuerdo
que quedo
llorando en la estación
abandonada
sacudiendo los pañuelos
en la despedida del
beso,
en el luto doloroso del
olvido.
En sus huesos esparcidos
como estatuas dormidas
en la vieja estación,
a veces se escuchan
lamentos.
Detenido en su médula
se guarda el tañido
comprimido
como sonido petrificado
y ausente,
de soledad abandonada en
el olvido.
Hierros grises,
huella dura de ciego
sendero metálico
descansan sobre los
durmientes dormidos,
sosegada veta
en el cuerpo de la
tierra recostada.
Beso del peso metálico
en que rodó el quejido
sobre tus viejas líneas
paralelas,
en el herrumbre de tu
cuerpo delgado
se aferra el recuerdo
que se entierra
en el libro que se
cierra en el crepúsculo.
Piedra Azul
Chile
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