Aquel que esté libre de dígitos, que arroje la primera máquina.
Es inhóspito, este electrónico panorama intuitivo.
Esta vista maquinaria se describe por sí misma.
Cada llanto técnico que conforma sus pliegues angulares.
Cada olvido derramado en el fondo de sus hondos precipicios.
Cada simetría autómata,
elevando mi desgracia
desde los cimientos tristes de mi monumental angustia
hasta la
tecnológica techumbre del rezongue y la rabieta,
son cual un extenso juego de instrucciones
carentes de
todo tacto,
todo juicio y toda ánima;
y desechando todo anteojo, pluma tinta y pipa,
vuélvome máquina a la utilidad de mi tormento,
dígito a dígito,
agotando las apelaciones afectuosas
que conmemoran
cada instrucción ejecutada,
eliminándolas luego,
disponiendo de la periferia
que es
tremendamente tremebunda o,
lo que es lo mismo,
avanzando como imbécil engranaje
alimentado de
esta histriónica congoja,
que me abraza de silicio, desde adentro:
ramificándose,
ramificándose,
ramificándose,
ramificándose,
ramificándose,
escurriendo,
propagándose por toda la extensión de mi habitáculo
dejándome trunco, solamente solo y desolado
desde el primo
oprimo hasta el último cómputo y, no obstante,
al llevar los tristes plectros al tablero me soporto,
y me soporto
con esta voz,
que es mi voz ensangrentada en tinta muerta,
verborreando hercios de amargura por mis labios,
echando jeta afuera un canto desgarrado por repudio a la
musa,
cuyo eco, tras retumbar en cada muro de esta tumba,
sale a luz para echar la gran orinada al cosmos,
en donde toda esta patética habladuría
es tragada por el enorme hocico cultural de este milenio.
Y tu imagen de chípica Julieta,
de sílice Venus,
de bítica María extraviada en el agravio de redes,
se me agranda en los conos, en los conos y los bastones
donde todas
estas visiones van muriendo.
La pasión de tu tensión mecánica es adicción de multitudes,
tu energía impecable,
tu trabajo alucinante,
la cantidad inmensurable de calor que repartes
por todos mis infortunados poros,
son como un paupérrimo estandarte impreso
en el binario
abismo de mi signo.
Yo quemaba el seductivo diagrama de tu boca,
amaba la oratoria interfaz de tu mirada,
admiraba el léxico diseño de tus manos,
te halagaba en lo grave
en lo
esdrújulo y lo agudo,
y hubiera dado todos, todos mis voltios desgarrados
por saber qué había dentro de la gran arquitectura de tu
olvido.
Pero, ya resignado y, jodidamente jodido hasta el nombre,
desde aqueste traje humano
hasta la supuesta infinitud del universo,
me desangro en símbolos,
he aquí en cadenas
necésitas de pulso,
por cuyos muertos caracteres,
tristes signos alzados a los ojos del poeta,
cáiganseme vatios mohínos
por toda la amplitud de la lengua,
enunciando: se ha roto el enlace.
Y voy quedando aislado, kilobyte a kilobyte,
ya no hay más ese amperaje que ilumíname,
amperio por amperio voy tumbando los recuerdos
volviéndome tiniebla,
a imagen y semejanza de los apagones,
despojándome de toda corriente.
Suspiros entrañables, oníricas caricias,
circunstancias paridas en lo incierto,
y todas estas cosas,
despachadas a la usanza de la chatarra,
vanse, vanse, vanse una a una,
o lo que es lo mismo, al carajo.
Llanto a llanto, he quedado introvertido en los nodos
prepotentes del destino,
mecanizado hasta el ánima, automatizado hasta la médula;
ajados procedimientos me salen al paso
y solamente sólo avanzo haciendo del recuerdo un recuerdo,
a la manera que el reloj,
pretendiendo que el tiempo me pudra hasta el péndulo.
Yo hubiera dado todas, todas, todas mis unidades
fisiológicas
por saber que había dentro del circuito de tu psique,
pero,
el olvido,
el olvido,
el olvido,
el olvido,
el olvido,
el olvido ya mueve sus válvulas devorando tu imagen,
a la usanza de los cortocircuitos,
a la usanza de los discos diezmados por un Intro,
a la usanza del formato, que terminará
por convertirte
en una lamentable cadena de ceros:
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∞
Cristian
Andrés Briones Cortés.
Santiago de
Chile.
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Pintura: “The Violence of the Machines” By Roberto
Matta
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Citamos a Mikhail Tahl (Ajedrecista):
"El hombre acepta sin problemas que una máquina corra
más que él. Pero, difícilmente aceptará, que piense mejor que él".
Sociedad de poetas anónimos
“Apuntamos a tu alma,
mirada trascendental
Que atraviesa las
flores epifanicas de este espacio”
El poema retrata muy bien la sensación de la experiencia del amor, desdoblado a través de una máquina entendida como una manifestación simbólica del hombre aspirando a integrar cada estado de conciencia en sus profundidades mecánicas, en una identidad personal que se hace cada vez más lejana y remota del sí mismo.
El poeta recobra su estado originario subitamente de su distancia a sí mismo, expresada en la forma del hombre cartesiano.
EXcelente remate: "Yo hubiera dado todas, todas, todas mis unidades fisiológicas por saber que había dentro del circuito de tu psique,"
Que poema mas interesante, lleno de sentimientos y nostalgias, retratadas perfectamente en el ambito informatico, saludos estelares desde mi querida Guatemala