ROMANCE DEL VICIO SOLITARIO

POR la taza del retrete
germinaban las mandrágoras.
Pantallas como paredes
celestemente enlosadas
- o como eclipse de párpados -
donde retablos se inflaman
de una procesión impúdica
de mujeres recreadas.
En su vuelo reflexivo
una paloma mecánica
lleva una sangre de sierpe
entre plumas encarnadas
A jabón la tarde olía,
germinaban las mandrágoras.

Su afanoso brazo o biela
solitariamente engarza
en materia vagas ninfas
celestinas, si no amadas.
Sólo hay luces en su frente
- el crisol de la crisálida -
luces falaces, no verdes,
sucedáneas de naranja.
Agua neutra, sin cigüeñas,
que rosado hisopo aguarda,
un surtidor avizora.
Germinaban las mandrágoras.

De la calle, poco a poco,
el rumor se amortiguaba
en el ámbito blasfemo
donde espejea la paja.
Se consume y se consuma
la libido desdoblada.
Y en una efímera muerte
afloró a la sierpe exhausta
una líquida azucena
blanca, blanca, blanca, blanca.

Por la taza del retrete,
germinaban las mandrágoras.


Avelino
España

______________________________________

La Mandrágora: Esta planta crece generalmente en España, en los bosques sombríos, a orillas de las corrientes, y sitios misteriosos donde jamás penetra el sol. Su raíz cabelluda es blanca, larga y gruesa, a veces dividida en partes. El fruto que da produce un olor desagradable al igual que toda la planta. El color del macho es más oscuro que el de la hembra. Dicen que quien la prueba queda dormido el primer día y el segundo la palma. También corre por allí la creencia de que las mandrágoras, suelen brotar en lugares húmedos y sombríos, aparecen justo a los pies de las ramas donde ha habido un ahorcado, habida cuenta de que la auténtica semilla de esta planta, al decir de los gallegos, es el semen. Cuenta la superstición que los primeros hombres eran un grupo de gigantes mandrágoras sensitivas, que se alimentaban del sol, y que por si mismas debieron desprenderse de la tierra.